¿Le damos la importancia necesaria a cada factor o seguimos primando únicamente los conocimientos académicos?
Steve Jobs abandonó los estudios a los seis meses de comenzar la universidad. Con veintiséis años ya era millonario gracias al lanzamiento de un ordenador que podía ser manejado por un usuario sin conocimientos en informática. Según los cálculos de la revista Forbes, el patrimonio que dejó alcanza los 5.100 millones de dólares.
Bill Gates fundó Microsoft mientras realizaba sus estudios en la universidad. Debido al éxito de la compañía, tuvo que dejar la universidad para dedicarse por completo a este proyecto. Su patrimonio actual según la revista Forbes es de 91,5 miles de millones de dólares.
Amancio Ortega comenzó a los catorce años a trabajar en dos tiendas de La Coruña. Posteriormente, crea una compañía dedicada a la elaboración de albornoces. En 1975 lanza la primera tienda de ropa de Zara en La Coruña y en 1985 crea el exitoso grupo Inditex. Su patrimonio actual según la revista Forbes es de 69,3 miles de millones de dólares.
Mark Zuckerberg abandonó Harvard un año después de crear Facebook sin llegar a terminar sus estudios universitarios. Su patrimonio actual según la revista Forbes es de 70,1 miles de millones de dólares.
Walt Disney abandonó sus estudios con dieciséis años para ser conductor de ambulancias de la Cruz Roja. Fue el fundador de la mayor compañía de medios de comunicación y entretenimiento del mundo. Actualmente la compañía tiene ingresos de 36,000 millones de dólares al año.
¿Qué tienen en común estas personas tan diferentes, con proyectos dispares y de épocas distintas?
El éxito. Todos ellos han sido autodidactas, constantes, se han comprometido y han trabajo para lograr su objetivo.
Unos, como Steve Jobs o Bill Gates han aportado soluciones a necesidades tecnológicas del momento, haciendo que todos evolucionemos con ellos y con sus proyectos.
Otros, como Mark Zuckerberg cambió la forma en la que hasta ahora nos habíamos relacionado. Revolucionando y dando el pistoletazo de salida así a las famosas redes sociales.
Amancio Ortega, por su parte, es el ejemplo claro de alguien que “empieza desde abajo” y poco a poco va adquiriendo los conocimientos necesarios a través de la propia experiencia. Quizás, esto sea la clave de su éxito.
Y, por último, Walt Disney. La palabra perfecta para describir su éxito es “CREATIVIDAD”. Esa competencia que no es tan fácil de desarrollar y tan codiciada por muchos.
Pero por ir un poco más allá, me gustaría que pensáramos en esa persona que conocemos, que tenemos cerca. Sin título alguno, sólo con años y años de experiencia, que ha ido escalando poco a poco y que se ha ganado cada ascenso con su esfuerzo. Ese familiar/amigo o conocido que está desempeñando un puesto de más o menos responsabilidad el cuál sería complicado sustituir en su empresa actual, que está desempeñando funciones propias de un licenciado/graduado o ingeniero. ¿Te suena verdad? La mayoría conocemos a alguien así…
Por tanto, debemos recordar que las personas no sólo son los títulos que le acompañan. El talento tiene que prevalecer por encima de los requisitos formativos. Un máster o una carrera universitaria no acredita la valía de un candidato. Por el contrario, la constancia, la perseverancia, la capacidad de aprendizaje, el compromiso y otras muchas competencias más deben ser un requisito imprescindible a la hora de incorporar talento en la compañía. De la misma manera que lo es la formación.
Por ello, es cada vez más frecuente que grandes empresas lancen programas de atracción de talento para personas sin formación universitaria.
Porque un profesional sin las competencias necesarias y con valores distintos a los de tu compañía no alcanzará el éxito que esperas.